Fermín Higuera

La Mujer Desarmada

El libro está dividido en tres partes: Armas, Batallas y Derrotas.

    Los poemas de la primera parte están dedicados a la forma en que las mujeres se transmiten de unas a otras, de generación en generación, unos valores supuestamente femeninos, y en realidad alienantes y castradores de la verdadera naturaleza individual, contrapuesta a los modelos de género.

Batallas es una reflexión acerca del reconocimiento de las limitaciones impuestas por esa educación a que se refiere la primera parte.

    Derrotas, más realista que pesimista o desesperanzado, nos habla de la dificultad de ser persona-mujer, cuando se está forzada a ser sólo mujer en el sentido más limitador del término. El precio que pagan las mujeres “que olían a océano y peligro” es a menudo tan alto que al final esa mujer desarmada el título, la que ha rechazado los escudos y las flechas, acaba diciendo “perduraré lo que dura un segundo apellido. Y después, nada”.

    El símil que puede definir la escritura de Montse Cano es el de la línea, la continuidad de un trazo fino que une puntos y argumentaciones hasta lograr una idea o un pulso psicológico que, en Montse, es tener algo que decir, proyección de sus tendencias y dones. Es por ello que sus cuentos son frutos de la cadencia prolongada de su aliento de narradora, que mantiene a un mismo tiempo el horizonte de la voz y la iluminación –por decirlo de algún modo- sobre el objeto que narra. En cambio, sus libros de poemas, y no al contrario sino redundando en las mismas directrices de sus libros de cuentos, son una espiral que ahonda en el motivo central y guía de su concreción verbal. Así que su poesía surge arracimada o en conjuntos de poemas en los que se puede distinguir un tema generador al que se retorna a través de las progresiones y los giros sucesivos de las hojas. Es curiosos que los libros de poemas de Montse tengan más unidad que sus libros de cuentos.

    Pero ese tener que decir, ese ictus mental, necesita una infraestructura que lo materialice. Éste, en el caso de Montse, no es otro que el gozo de la escritura: fluidez y ligereza, deleite de las cadencias y frases que de adintelan y estilizan hacia el fin de la línea, una ética del tener que decir que se refleja en un estética del cómo decir.

    Así, este libro es, para mí, hasta el momento, el logro más depurado de los aspectos formales de la escritura de Montse. La disposición de la caja ha supuesto un avance frente a Arqueología, su anterior libro de poemas, que obedece a una voluntad versificadora. La tensión conceptual descansa sobre el ritmo de las variaciones temáticas, un tema central del que surgen ricos motivos y derivaciones que permiten la especialización y fragmentación de la línea fundamental, el bajo firme que cohesiona la obra. De este modo, un libro grave por lo que tiene que decir resulta delicioso de leer por el modo en que resuelve su escritura.

    Este libro me parece el testimonio sexista de una mujer virtual y genérica, sus armas y dones, sus batallas y conflictos. Es el relato de la derrota que obliga a reconocerse en el espejo del fracaso, desde donde quizás se vislumbre un nuevo lugar de partida.

La mujer desarmada es la historia de la mujer que sofoca su ser y su propio deseo parea corresponderse en un estar y un pronunciamiento sexual. Historia de una destrucción, de una derrota y de un fracaso que, iluminado por la conciencia, quizás nos posibilite una renovación. Esquema que también puede ser aplicado al hombre, traducirse con el inventario de sus vicisitudes masculinas, o interpretarse como una leyenda del ánima. Esta mujer nos induce a una catarsis. La consumación de su tragedia apunta hacia un nuevo comienzo, y todo ello sin rupturas, con la fluidez melodiosa del patos de la compasión y la delicadeza, pues Montse, que casi siempre nos narra cosas terribles, en su forma de decirlas siempre trasciende su contenido poético, que no es otro que el del susurro y la cercanía.